miércoles, 25 de febrero de 2009

Las confusiones de María Segunda Entrega

El regreso fue un infierno, mientras el colectivo dejaba atrás el pueblo mi frente contra el vidrio miraba el verde del campo, mis pensamientos eran vacíos, como si tuviera presente en mi mente lo sucedido pero sin pensar en algo concreto mas bien era un fantasma deambulando por los oscuros pasillos de mi cabeza.
Deje ese viaje interno y ese silencio que se hundía hasta en mi alma para mirar a quien a mi lado dormía sin pena ni culpa, casi como un piloto después de lanzar la bomba en Hiroshima contando cuentos a sus hijos. Allí estaba después de la gran duda que me sembró, dormida como si nada hubiera pasado. Y yo moría por despertarla, ella debería estar junto a mi preguntando aconsejando, no roncando, debería abrazarme y decirme que todo estara bien, tendría que llenarme de besos y hacer todo para que yo olvidase lo sucedido. Pero ella era diferente, no le importaba, no le afectaba mas que lo propio.
La rutina nuevamente me ahorcaba sin piedad, las agujas del reloj se convertian en flechas una incrustada en mi cabeza y la otra en medio del pecho. Las ganas de llorar trataba de sujetarlas en mis parpados, siempre pensando " Carajo soy hombre o que, los varones no lloran" esa tonta idea que el viejo como rudo hombre de campo me la habia inculcado desde chico," pero que" pense" si quizas este siguiendo las ideas de un desconocido que no es ni padre, ni nada, alguien que la vida me metio por los ojos con el cartel de viejo pegado en el pecho. Un cartel que solo iva por encima para las apariencias pero que no llegaba ni a tocar su piel, un titulo que no tocaba su alma.

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